domingo, 11 de enero de 2015

La pseudociencia y los medios de comunicación: de la anécdota a la categoría

El otro día escuché, un tanto accidentalmente, una sección de un programa de radio acerca de la biomesoterapia como método de tratamiento antiarrugas (puedes oirlo aquí). La verdad es que me dejó tan mal sabor de boca que necesité volver a escucharlo, para poder escribir esta entrada.

Vayan algunas cosas por delante. No soy partidario de los tratamientos estéticos como el botox o las inyecciones de ácido hialurónico, que se citan en la intervención. No pienso utilizarlas en mi mismo, ni recomendárselas a nadie.

La segunda declaración de intenciones es aún más importante: creo firmemente que todo el mundo tiene derecho a tener su propia fe, no solo en el sentido religioso del término, sino también en el sentido de filosofía de vida, sin necesidad de justificarse, simplemente porque le sale de..., como quien es del Atleti. Pero una cosa distinta es hacer proselitismo de esa fe. En ese caso creo que es imprescindible que quien defiende públicamente sus ideas las justifique, se documente para no cometer errores en lo que afirma y evite cuidadosamente las falsedades. Uno puede creer lo que quiera, pero no tiene ningún derecho a mentir para convencer a los demás de que sigan sus propias ideas.

Qué es la mesoterapia

Reconozco mi ignorancia inicial sobre la biomesoterapia (aunque, como se verá más adelante, ni siquiera es importante para mi argumentación), así que antes de hablar de ello he creído que era mi obligación documentarme. Y en estos tiempos que corren, cómo no, he recurrido a internet. Una búsqueda "simple" en google del término "biomesoterapia" produce unos 8.170 resultados. Claro que si analizamos esas páginas nos encontramos con que la mayoría de ellas (o al menos las mejor posicionadas, que son las que la mayor parte de la gente consulta) corresponden a centros estéticos, lo que no parece una fuente de información demasiado "fiable".

Así que, siguiendo con la indagación bibliográfica, recurro a una estrategia más restrictiva pero que proporciona información de más calidad: la parte de ese mismo buscador orientada a los trabajos científicos, google académico (https://scholar.google.es). Tampoco es un trabajo muy fructífero; solo se obtienen cuatro páginas, de las que no se puede extraer ninguna información útil (si alguien quiere comprobarlo está invitado a hacerlo), así que lo intento pasándome a la lengua del imperio, el inglés, que como todo el mundo sabe actúa como lingua franca en todo lo que se refiere a la investigación científica. Y ahora sí, por fin, me acerco a lo que buscaba. Tampoco es que sea mucho (aproximadamente 373 resultados es poca cosa para una búsqueda de esta naturaleza), pero algunos de esos artículos sí que son más prometedores, y anuncian una definición del término o una valoración científica de sus efectos. Vamos con ellos.

Según la SIM, Sociedad Italiana de Mesoterapia (Mammucari et al., 2011), la Mesoterapia es una técnica mínimamente invasiva que consiste en la inyección intradérmica de sustancias farmacológicas o biológicamente activas en pequeñas cantidades mediante múltiples punciones realizadas en la zona donde se presenta la patología. Este tipo de terapias está indicado cuando no existe otro método aplicable, cuando no pueden aplicarse otros tratamientos o estos han fallado, cuando puede proporcionar beneficios sinérgicos con otros tratamientos o cuando permite evitar el uso de medicamentos sistémicos.

La mesoterapia ha sido utilizada con éxito evaluable en varios tipos de alteraciones, entre las que sí se incluye el rejuvenecimiento facial, tanto el provocado por un exceso de exposición al Sol como en el debido a la edad (Mammucari et al., 2011). Sin embargo, en otro trabajo diseñado específicamente para comprobar el efecto de este tratamiento para el rejuvenecimiento facial, no se han encontrado diferencias significativas entre los pacientes tratados y no tratados suficientes para concluir que este tratamiento tiene efectos. En particular, no hay diferencia en la producción de nuevo colágeno  (El-Domyati et al., 2012), aunque estos resultados no son congruentes con los de otros grupos (Savoia, Landi & Baldi, 2013), lo que se traduce, como señalan todos estos autores y algunos otros más, en la necesidad de seguir investigando antes de llegar a conclusiones definitivas.

Sin embargo, para ser estrictos con el tema de este post, hay que señalar que estos artículos se refieren a la mesoterapia como técnica, y que todos ellos han evaluado la eficacia de sustancias medicamentosas denominadas genéricamente "fillers" (literalmente, rellenadores), entre los que se encuentran el ácido hialurónico, el colágeno o la silicona, entre otros (Ganceviciene et al., 2012). Ninguna referencia a los agentes biológicos, lo que debería resultarnos sospechoso.

Bueno, posiblemente baste como aproximación al tema. En realidad, lo que yo pretendía era comentar la "noticia" y no hacer un trabajo de indagación bibliográfica sobre la mesoterapia...

La sección radiofónica en sí incluye como argumentos a favor de la biomesoterapia varias ideas-fuerza, bastante repetidas por los partidarios de las terapias "naturales" y que merecen ser comentadas en detalle:

Lo "biológico" frente a lo "químico"

Oponer los productos biológicos a las sustancias químicas es una "táctica de ventas" muy habitual entre los defensores de este tipo de tratamientos, pero se trata, en realidad, de una dicotomía no solo maniquea sino también falsa. Es maniquea porque ni todo lo biológico es beneficioso ni todo lo químico es malo. Biológicos son los venenos de serpiente, los virus o las bacterias patógenas responsables de tantas enfermedades, y creo que nadie considerará positivos sus efectos. Por otra parte, sustancias químicas sintéticas, como el ácido acetil salicílico (que no se encuentra en la naturaleza, sino que ha sido producido por el hombre) ha contribuido enormemente a paliar nuestros dolores de cabeza a través de su presentación comercial, la aspirina. Y pueden citarse cientos, si no miles, de ejemplos en el mismo sentido.

Pero es que además es una diferencia falsa, porque como todo el mundo sabe o debería saber toda la materia, incluída la que compone los seres vivos, está formado por sustancias químicas. Hace ya más de un siglo que quedó claro que las características que poseemos los seres vivos no se deben a una composición extraña, ni a una fuerza vital misteriosa, sino que derivan de la organización de esos materiales. Cuando machacamos una planta para extraer sus "componentes biológicos" la estamos reduciendo a una mezcla extremadamente compleja de esas terribles sustancias químicas.

Entiendo que lo que se quiere decir cuando se plantea esta diferenciación es que existe diferencia entre lo "natural" y lo "artificial", pero esto también merece algún que otro comentario. El primero es de naturaleza lingüística: el lenguaje sirve, o debería servir, para comunicar información, no para generar ambigüedad. Cuando se quiere ser informativo, y no hacer literatura, es imprescindible ser preciso, porque si no se corre el riesgo de no decir lo que se desea, sino otra cosa distinta.

Además, lo "natural" tampoco lo es tanto si se ha sometido a un tratamiento de extracción y purificación. De hecho, cuando se opone esta terapia al tratamiento con botox o con ácido hialurónico se está obviando el hecho de que, en ambos casos, se trata de sustancias naturales (y biológicas): el botox es una proteína producida por una bacteria, Clostridium botulinum, responsable del botulismo (precisamente la toxina que causa los efectos de la enfermedad), mientras que el ácido hialurónico se extrae del tejido cartilaginoso. ¿Qué hace natural a un extracto no purificado de distintas plantas y artificial a un extracto purificado de un tejido animal?

Lo biológico no produce rechazos, no provoca efectos negativos

Bueno, si lo de antes era un error, esto es, además, peligroso. Y mucho. Pero antes de nada, una información por si aún no queda claro: ES MENTIRA.

Entre los componentes que se citan del preparado biomesoterápico está la belladona. Se trata de una planta que se ha utilizado como cosmético desde la antigüedad porque dilata las pupilas, aunque hay una razón interesante para que se abandonara esa costumbre: es venenosa. Se conocen bastantes casos de envenenamiento por sobredosis de esta planta, y las consecuencias pueden llegar a ser mortales. Algo parecido ocurría con su pariente próximo, el digital, cuyo uso médico hizo posibles numerosos argumentos de novelones románticos, en los que el paciente, aquejado de una dolencia cardiaca, era envenenado sin dejar rastro cuando el malvado de turno aumentaba la dosis: veintitantas gotas en lugar de las veinte prescritas bastaban para un hilo argumental basado en el asesinato. Ahora, la perversa digoxina, derivada de la planta, se usa en el tratamiento de las enfermedades cardiacas. Hemos perdido romanticismo, sí, pero hemos ganado en seguridad y fiabilidad.

¿Y para qué hablar de las alergias, casi todas ellas producidas frente a elementos biológicos, precisamente porque sus componentes son estructuralmente complejos, lo que hace que sean reconocidos como enemigos potenciales por nuestro sistema inmunitario?

Definitivamente, lo biológico puede ser tan peligroso como las sustancias que no son producidas por los seres vivos. O más.

Medicina homeopática versus medicina alopática

Por enésima vez: la homeopatía es una teoría pseudocientífica que se ha demostrado falsa en un considerable número de ocasiones. En este caso, el término pseudociencia ni siquiera pretende ser peyorativo, sino simplemente descriptivo: no es científica, o es falsamente científica, porque no se sujeta a los principios metodológicos de la ciencia.

Todos sabemos que la ciencia no es perfecta. En muchos casos es incapaz de proporcionar soluciones con certeza, pero al menos es muy capaz de demostrar que algo es falso. Y eso, como mínimo, nos ayuda a reducir nuestra incertidumbre. No hay pruebas de que los tratamientos homeopáticos curen enfermedades, al menos cuando se analizan con los criterios establecidos para valorar los trabajos científicos.

Además, podríamos recordar cuál es el fundamento teórico de la dichosa teoría, para ser capaces de apreciar sus fallos en este caso (y en muchos otros). El principio fundamental de la homeopatía es que lo que crea el problema proporciona también la curación, solo que a dosis mucho más pequeñas. Los tratamientos homeopáticos se elaboran diluyendo millones de veces las "toxinas" que se supone que son responsables de la enfermedad que pretenden curar. Por una parte, eso significa que en el preparado posiblemente no exista ni una sola molécula de ese principio activo (lo que explicaría por qué el tratamiento biomesoterápico que se describe es tan acuoso). Por otra parte, ¿son entonces las plantas las causantes del envejecimiento...?

No, nada es inocuo, y ante ese hecho lo que ha aportado la medicina científica frente a la natural es el control: el conocimiento exacto y preciso de los efectos de cada componente por separado, en función de las dosis o de su interacción con otros elementos presentes en una mezcla. El preparado en cuestión contiene hamamelis, camomila, belladona, árnica... (¿en qué cantidades? ¿alguna planta más? ¿alguna que pueda provocar alergia? ¿alguna que provoque alergias cuando es inyectada?), además de carotenos y alcaloides (incluso voy a dejar pasar que esas palabras describen tipos de ¡sustancias químicas!, pero no el hecho de que muchos alcaloides tienen acción biológica como drogas; ¿cuáles de ellos se están inyectando?).

Un último comentario sobre la medicina científica: sus efectos deben ser documentados, y no basta con la opinión subjetiva de un paciente para afirmarlos. El efecto placebo es sobradamente conocido en el mundo de la medicina.

De la anécdota a la categoría

No es mi intención ensañarme particularmente con esta sección, que por otra parte no es más que un reflejo de lo que se puede ver, oír o leer en muchos medios de comunicación de nuestro país cuando se habla de ciencia o de salud, o de lo que transmiten los anuncios de cosmética (ADN activo ¡¡¡!!!, para luego oponerse a los transgénicos...) o de alimentación, pero no puedo evitar una reflexión dolorosa, al menos para mí.

Como profesor trato diariamente con algunas decenas de personas. Mi autoridad respecto a ellos (en el sentido clásico de autorictas, del prestigio o del respeto que los otros tienen hacia lo que haces) se basa en mi capacidad para razonar, para apoyarme en los datos y, utilizándolos, demostrar que el conocimiento que pretendo desarrollar en mis alumnos es útil para ellos. Es un trabajo lento, de progreso prácticamente imperceptible. Como profesor de ciencias, en particular, me enfrento cada día a la falta de cultura científica de nuestro país, que no se limita, como interesada y demagógicamente se suele decir, a los alumnos de la ESO, sino también a muchos titulados universitarios que dicen "ser de letras" cuando lo que quieren decir es que no tienen idea de la cultura científica que deberían tener.

Cualquier medio de comunicación llega diariamente a decenas de miles de personas. Su autoridad se basa, simplemente, en su tamaño (cien mil millones de moscas no pueden estar equivocadas...). Cuando un medio de comunicación comete errores que no corrige, está destruyendo el trabajo de miles de profesores que tratan en vano de conseguir que sus alumnos sean capaces de pensar críticamente. ¿Cuánto trabajo, de cuántos profesores, haría falta para contrarrestar solo los errores de esta noticia?

¿Alguien recuerda la famosa frase que escucha Spiderman de su tío?:

Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

¿Alguna moraleja que sacar de este cuentecillo de David y Goliat?

Referencias:
  • El‐Domyati, M., El‐Ammawi, T. S., Moawad, O., El‐Fakahany, H., Medhat, W., Mahoney, M. G., & Uitto, J. (2012). Efficacy of mesotherapy in facial rejuvenation: a histological and immunohistochemical evaluation. International journal of dermatology, 51(8), 913-919.
  • Ganceviciene, R., Liakou, A. I., Theodoridis, A., Makrantonaki, E., & Zouboulis, C. C. (2012). Skin anti-aging strategies. Dermato-endocrinology, 4(3), 308. 
  • Mammucari, M., Gatti, A., Maggiori, S., Bartoletti, C. A., & Sabato, A. F. (2011). Mesotherapy, definition, rationale and clinical role: a consensus report from the Italian Society of Mesotherapy. Eur Rev Med Pharmacol Sci, 15(6), 682-694.
  • Savoia, A., Landi, S., & Baldi, A. (2013). A new minimally invasive mesotherapy technique for facial rejuvenation. Dermatology and therapy, 3(1), 83-93.